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martes, octubre 28, 2025
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A cinco años de la cuarentena

Lo llamaban el “enemigo invisible”. El virus cruzaba fronteras a una velocidad asombrosa y colapsaba los hospitales del mundo con pacientes que, en muchos casos, necesitaban asistencia respiratoria para sobrevivir. Las imágenes de Europa, donde sistemas sanitarios robustos se veían desbordados, generaban una pregunta inquietante: ¿cuál sería el impacto del Covid-19 en la Argentina?

En aquel contexto, el expresidente Alberto Fernández tomó una decisión drástica: decretó el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) desde el 20 hasta el 31 de marzo de 2020. “Nadie podrá salir de su casa”, anunció por cadena nacional.

Hace cinco años comenzó aquel confinamiento que se iba a prolongar en el tiempo. Las calles enmudecieron y los abrazos quedaron suspendidos. Los barbijos sofocaban cada vez que se podía salir al mundo exterior, siempre con un permiso. Buena parte de la vida transcurría a través de las pantallas. Las conferencias de prensa y las curvas de contagios ocuparon el centro de la escena. Los trabajadores de la salud eran aplaudidos desde los balcones: ellos peleaban de frente con el virus y veían cómo sus pacientes morían en soledad.

A la Argentina le esperaban tiempos oscuros. El ASPO se extendió hasta el 7 de noviembre, cuando se convirtió en Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio (DISPO), un régimen más laxo, pero que mantenía medidas muy restrictivas. Pocas provincias retomaron algunas actividades escolares de manera presencial, pero hubo que esperar hasta febrero de 2021 para el regreso oficial a las aulas. Entre las calamidades de la pandemia, la catástrofe educativa, especialmente para los sectores más humildes, dejó una huella letal.

Cuando Fernández anunció la cuarentena, en el país había 128 infectados. La primera variante que ingresó fue la original de Wuhan, China: linaje B.1. Luego, llegaron otras, con nombres que se volvieron familiares en las noticias y en las charlas, casi siempre virtuales.

El confinamiento que se inauguró hace cinco años impactó de lleno y en todos los órdenes. Una de las heridas más dolorosas que dejó fue la imposibilidad de familiares de despedir a sus seres queridos. Para muchos fue imperdonable. Para trabajadores de distintos rubros, sobre todo los informales, fue imposible sostener su economía pese a los programas de asistencia. Las críticas al anterior gobierno se fueron acentuando y se expresaron en marchas anticuarentena.

Durante todo ese camino dramático e incierto, con más de 130.000 argentinos muertos, los denominados trabajadores “esenciales” nunca dejaron de cumplir sus funciones. A pesar del miedo, médicos, bomberos, enfermeros, voluntarios y policías, entre muchos otros, arriesgaron sus vidas para que la tragedia no fuera aún más profunda.

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